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Aranceles, tanques y gestos: Trump y Sánchez convierten la OTAN en un tablero de postureo

Análisis del pulso entre Trump y Sánchez en la OTAN y cómo sus decisiones podrían afectar la economía global y hasta el imaginario mundo de San Andreas.

Matilda Higgs
jueves, 26 de junio de 2025
5 min de lectura
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Aranceles, tanques y gestos: Trump y Sánchez convierten la OTAN en un tablero de postureo

¿Quién es Pedro Sánchez? Esa fue la pregunta más buscada en Google por estadounidenses durante la cumbre de la OTAN esta semana. La mayoría no sabría decir si es un futbolista, un artista o el presidente de algún país centroamericano.

La respuesta, por supuesto, es que Pedro Sánchez es el presidente del Gobierno de España, un país miembro de la OTAN desde 1982, firme aliado occidental y socio comercial relevante, aunque no dominante. Esta semana, Sánchez protagonizó un pequeño terremoto diplomático al negarse a seguir el plan propuesto por la Alianza para elevar el gasto en defensa al 5 % del PIB. En su lugar, anunció que España mantendría su compromiso del 2,1 %. Y aunque eso no debería ser dramático —especialmente considerando que España ya ha incrementado su gasto desde 2014—, fue suficiente para despertar la ira de Donald Trump.

Y cuando Trump se enfada, sabemos lo que viene: amenazas, bravatas y la posibilidad muy real de represalias económicas. En este caso, contra un aliado europeo.

El trumpismo geopolítico vuelve a escena

Trump, en su línea habitual de hiperbolismo, tachó a España de “único país que se niega a pagar” y afirmó que se le haría “pagar el doble”, en clara alusión a posibles aranceles unilaterales. Esto suena familiar. Ya lo hizo con Francia, con Alemania y hasta con Canadá. El patrón es claro: si no sigues sus reglas, te convierte en enemigo. No importa si eres aliado, democrático o parte de la OTAN.

Pero lo más alarmante no es la forma —que ya hemos normalizado— sino el fondo: Trump no distingue entre aliados estratégicos y adversarios comerciales. Si Sánchez no quiere gastar un 5 % en tanques, entonces, según Trump, debe pagar con tomates y aceite de oliva.

Ese tipo de lógica mercenaria convierte la defensa colectiva en un mercado de castigos, y eso —seamos claros— es peligrosísimo para el orden internacional.

Sánchez no es un héroe

Ahora bien, no caigamos en el error de convertir a Sánchez en un mártir del pacifismo europeo. Su decisión tiene motivaciones políticas internas evidentes: proteger el gasto social en un país con una deuda estructural elevada y una ciudadanía que, en gran parte, ve el gasto militar como un residuo de otros tiempos.

Sánchez ha sabido jugar bien sus cartas en clave doméstica. En Bruselas vende firmeza, en Madrid vende moderación, y en la prensa vende responsabilidad social. Pero también hay cinismo. A sabiendas de que la OTAN no puede permitirse tensiones internas graves, se planta, confiando en que otros (Francia, Alemania, Estados Unidos) asumirán la factura. No es antisistema: es cálculo.

Negociar una “exención flexible” mientras se proyecta como adalid de los derechos sociales no es necesariamente una traición, pero tampoco es del todo valiente. Es simplemente política.

¿Quién paga los platos rotos?

Si Trump cumple su amenaza y decide imponer aranceles sobre productos españoles —ya sea vino, aceite, acero o incluso energía—, el impacto será asimétrico. No arruinará a España, pero sí causará estragos en sectores exportadores clave. También lo sentiremos en EE. UU., donde importadores y distribuidores podrían ver encarecidos productos esenciales o con alto valor añadido.

Más importante aún: daña la confianza. El mensaje que se lanza a otros socios de la OTAN es que, si no bailan al ritmo del próximo presidente estadounidense (que bien podría ser Trump otra vez), podrían convertirse en objetivos comerciales.

¿Y San Andreas, qué?

Pongamos esto en términos más cercanos a la cultura popular: imagina que San Andreas —nuestro estado— recibe amenazas de Montana porque no está invirtiendo suficiente en patrullas antidroga. Montana bloquea los envíos de armas, sube los precios del combustible y chantajea con cerrar acuerdos comerciales. ¿El resultado? Los concesionarios de Los Santos encarecen los deportivos importados, las bandas callejeras empiezan a pelear por recursos escasos y los ciudadanos pagan el precio de un conflicto que nunca pidieron.

Sí, suena ridículo. Pero no tanto si uno mira lo que está pasando realmente.

¿Qué queremos de nuestros líderes?

Lo que preocupa aquí no es solo el contenido del desacuerdo, sino la forma en que ambos líderes lo están utilizando. Trump agita el nacionalismo económico para afianzar su base electoral. Sánchez se vende como resistente a la presión exterior para ganar legitimidad interna. Ambos están jugando para casa. Nadie está pensando seriamente en la estabilidad del sistema multilateral.

La defensa colectiva, el comercio global y las alianzas no pueden regirse por la lógica del “quién la tiene más grande” en términos de gasto militar. Tampoco pueden sustentarse en la creencia de que puedes beneficiarte del paraguas de seguridad ajeno sin aportar lo suficiente.

Lo razonable habría sido diálogo. Lo que hemos tenido es espectáculo.

Conclusión: cuando la diplomacia se convierte en teatro

Lo más triste de todo esto es que, al final, ni Trump ni Sánchez quedarán realmente debilitados por este episodio. Ambos han dicho lo que sus respectivas audiencias querían oír. Pero el precio lo pagaremos todos.

Si el próximo gobierno estadounidense convierte los pactos militares en chantajes comerciales, y si los socios europeos juegan a resistirse sin aportar soluciones, lo que se resquebraja no es solo la OTAN. Es la credibilidad de Occidente.

Y eso sí debería preocuparnos. Porque ni San Andreas, ni Los Santos, ni el resto del mundo, pueden prosperar en un mundo donde la seguridad se negocia como si fuera una hamburguesa de campaña.

Publicado el jueves, 26 de junio de 2025 a las 20:04

Actualizado el 4/9/2025